Lee la historia
Brian, de tres años de edad, estaba jugando en el patio de atrás con su hermano, Matías. En un momento, los dos hermanitos tuvieron un pequeño “desacuerdo” en cuanto a quién le tocaba el turno de disparar la Súper Pistola Mojadora, y a quién recibir el chorro de agua. Cuando Mati arrancó la pistola de la mano de Brian, éste lo golpeó en la cabeza.
Repentinamente, inmediatamente, antes de escuchar los primeros gritos de dolor de su hermano, Brian lanzó una mirada de pánico hacia la casa y entró corriendo, no para esconderse, sino para echarse, sollozando, en los brazos de su papá.
“Lo siento, papá, de veras, lo siento, lo siento.”
Para cuando Mati entró tambaléandose a la casa, Brian ya había confesado totalmente su acción y se había arrepentido de haberla cometido. Su padre lo disciplinó de todas maneras, pero la rápida acción de Brian probablemente hizo que el castigo fuera un poco más leve.
El arrepentimiento de Brian puede enseñarnos varias cosas en relación con la vida vertical. La vida en sentido vertical no significa que el diablo nunca volverá a acusarte de pecado. Como escribió el apóstol Juan: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1).
Como mencionamos en el tema #14, la vida vertical no hace que te sea imposible pecar; te hace posible no pecar.
Un paso importante hacia la victoria es “mantener las cuentas claras” con Dios. Sabes, así como pagar las cuentas apenas las recibes tiene sus beneficios (como ahorrarse intereses, eliminar las posibilidades de perder o de olvidar la cuenta, evitar recargos, facilitar el control de los pagos, etc.), el comportarse como Brian te brinda tremendos beneficios cuando tropiezas con el pecado o el error.
El clásico La práctica de la presencia de Dios, mencionado en el tema anterior, relata cómo el hermano Lawrence, un cristiano del siglo XVII que cultivaba la comunión constante con Dios, utilizaba la técnica de Brian para mantener limpia su alma:
Cuando había terminado su trabajo del día, se examinaba a sí mismo y evaluaba en qué medida había obedecido a Dios y había permanecido en comunión con él. Si había disfrutado de victoria sobre el pecado y había estado en comunión con Dios, le daba gracias. Si había pecado o fallado en algo, le pedía perdón. Luego, sin desanimarse, ordenaba otra vez su mente, y continuaba practicando la presencia de Dios, como si nunca se hubiera desviado de ella. “De esa forma,” decía, “arrepintiéndome de inmediato de mis faltas, y siendo restaurado inmediatamente a la comunión con Dios, he llegado al punto en que me sería tan difícil no pensar en Dios como al principio me era ser consciente de él continuamente.”
Si estás viviendo en sentido vertical, no tienes que desesperarte si el tentador obtiene una victoria momentánea sobre ti; la solución es ir inmediatamente a los brazos de tu Padre, pidiéndole perdón y restauración, y luego, como Brian, salir otra vez “a jugar”, con una mayor consciencia del amor, la gracia y la presencia observadora del Padre.
En tus propias palabras
Tómate unos momentos para confirmar el mensaje de este capítulo completando lo siguiente:
• ¿Cómo tiendes a reaccionar cuando pecas o fallas? (Marca las opciones que correspondan)
__Me doy por vencido.
__Decido esforzarme más.
__Me encierro en el baño a comer galletas de chocolate hasta enfermarme.
__Me deprimo.
__No me importa.
__Corro inmediatamente a los brazos de mi Padre pidiendo que me perdone y me restaure y luego, como Brian, vuelvo a salir “a jugar”, con una mayor conciencia del amor, la gracia, y la presencia observadora del Padre.
• ¿Cómo reaccionarás a partir de ahora? (Encierra en un círculo cualquiera de las respuestas anteriores que corresponda).
• Si has decidido imitar el arrepentimiento de Brian a partir de ahora, ¿qué te parecería orar algo así?:
Padre, sé que tu voluntad es que yo no peque. Pero te doy gracias porque si peco, tengo alguien que habla en mi defensa, mi Señor y Salvador Jesucristo. Le pido a tu Espíritu Santo que me ayude, comenzando ahora mismo, a disfrutar de victoria sobre el pecado y permanecer en comunión constante contigo. Pero ayúdame, también, si peco o fallo, a pedir inmediatamente tu perdón, ordenar mi mente y continuar en tu presencia, como si nunca me hubiera desviado de ella. En el nombre de Jesús, amén.